Acerca del mimo y la pantomima
La imitación de la Naturaleza por el gesto es un arte tan antiguo como la Humanidad. Pero sus obras no llenan nuestras bibliotecas, ni nuestros museos, eso es todo. Se trasmite pues difícilmente. Ese es su fallo. Ese es su lujo.
No tenemos pues ninguna idea de la pantomima de los antiguos. Se sabe que era de origen báquico. Se dice que fue a menudo burlesca y hasta obscena.
Ni siquierra sabemos exactamente qué estilo de pantomima tenía Debureau. Solo se lepuede imaginar por la pantomima que nos ha sido permitido ver en nuestra juventud gracias a Séverin y más recientemente a George Wague.
Fuera de esos dos magníficos ejemplos, quedamos reducidos, como paa muchas otras cosas, a la intuición intelectual.
Para diferencia el arte de Séverin o de Wague, de las producciones más o menos artísticas de nuestras propias lucubraciones, hemos bautizado lo que se hacía antes: Pantomima y lo que nos pusimos a hacer hoy: Mímica.
En realidad, Pantomima y Mímica son uno solo: es el arte del gesto.
Sin embargo existe una diferencia de partida entre la Pantomima antigua (es decir la Pantomima de la segunda mitad del siglo XIX), y la Mímica moderna.
La Pantomima, llamada antigua es un arte mudo; la Mímica, llamada moderna es un juego silencioso.
La Pantomima antigua añade a la acción propiamente dichs, como un mudo, un lenguaje de gestos.
El Mimo moderno, por deseo de pureza, quiere prohibirse ese lenguaje mudo. Solo quiere ser acción y si agrega algo a la acción, será una suerte de canto lírico de gestos; sencillamete por embriaguez, por dilatación del alma, lo que se llama en tragedia: el recitativo.
Lo nuevo que hay en ese Mimo moderno, es que puede alcanzar lo trágico. Se hace arte noble y en eso puede compararse al Mimo oriental. Pero en realidad, nada tiene de oriental. Alcanza sencillamente un nivel de nobleza equivalente al del Mimo de los orientales.
Para el Occidente, ahí reside su novedad. Cuando ese Mimo está logrado, es comparable en belleza al más hermoso verbo, a la música más grande, a la pingtura más admirable, a la escultura más perfecta.
Hasta entonces, la Pantomima, arte muda, siempre había sido considerada como un arte popular, un arte de segundo plano, ni puro, un arte menor. El Mimo moderno, arte del silencio, cuando está logrado se mantiene al nivel de las artes más valiosas. Es un arte puro.
Desdichdamente, hasta ahora por lo menos, parece que ese Mimo moderno solo ofrece un campo bastante restringido. Por eso bifurca hacia lo abstracto o lo recóndito cuando se lleva en profundidad, como lo hace a veces Etienne Decroux en sus in vestigaciones valientes y ejemplares. (Etienne Decroux habrá sido el Bernard Pakissy de la Mímica moderna más noble; Etienne Decroux habrá sido el estatuario de la Mímica) o vuelve a lo burlesco y vuelve a la Pantomima antigua, como a lo que tienden hoy alguno mimos más jóvenes que nosotros.
Se deduce pues, que el Mimo moderno en la hora actual, por mi parte por lo menos, ha llegado de nuevo a un punto muerto. Me parece detenido, en cierto modo.
Solo Charles Chaplin ha sabido recobrar la pureza partiendo de la Pantomima antigua. Inspirándose en su ejemplo, volverá tal vez el teatro a una nueva manera de Pantomima muda, pero no por eso el verdadero porblema del Mimo moderno, del Mimo puro consiste en transportar el arte del gesto al plano de la tragedia. Por mi parte deseo tener el valor de proseguir mi antiguo sueño trabajando en la eclosión de un Mimo trágico construido sobre un símbolo.
Verdadera y pura expresión de esa rama del arte dramático: el Arte del Gesto.
JEAN LOUIS BARRAULT
Reflexiones sobre el teatro
Peña, Del Giúdice, Editores