Las muertes
He aquí unos muertos cuyos huesos no
blaquearán la lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe
tormentoso de la piel
del lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo
la luz de alguna lágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
más su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los infames lechos
vendidos por la dicha,
porque solo acataron una ley más ardiente que la ávida gota de
salmuer.
Esa y no cuaquier otra.
Esa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nuestra
vida.
OLGA OROZCO
Poesía completa
Adriana Hidalgo editora