29/6/21

 

Quinto acto
ESCENA QUINTA
 
El redactor.- Qué atracciones podremos ofrecer a nuestro forasteros tras la guerra? Dicho de otro modo, ¿qué otras atracciones, qué alternativas podremos ofrecer teniendo en cuenta la cantidad de monumentos artísticos e históricos destruidos a raíz de la guerra? ¿Qué otras cosas podemos ofrecer?
 
El funcionario.- Las regiones alpinas con sus extraordinarios recuerdos de la guerra supondrán un atrativo adicional para los turistas centroeuropeos.
 
El redactor.- Concretamente, ¿qué recuerdos de la guerra se están tomando en consideración?
 
El funcionario.- Según nuestros esperanzadores cálculos, la piadosa visita a las tumbas de los héroes y de los cementerios de los soldados traerá como consecuencia un intenso movimiento turístico. Precisamente en este punto, apelamos a la benévola colaboración de la prensa, pues nuestra tarea consiste en extraer de cada época las atracciones que ella misma ofrece, y las tumbas de los caídos parecen hechas aposta para ver con optimismo el relanzamiento turístico.
 
KARL KRAUS
Los últimos días de la humanidad
Editorial Hiru 

23/6/21

Carta de un pintor a su hijo

 Querido hijo mío no, me escribes que estás pintando una Madona, y que tus sentimientos se te aparecen tan impuros y carnales para el acabamiento de tal obra, que, con objeto de santificarlos, desearías comulgar cada vez que vas a agarrar el pincel. Deja que tu anciano padre te diga que ese es un entusiasmo falso que te ha pegado la escuela a la que te adscribes, y que, según la enseñanza de nuestros viejos y dignos maestros, el trabajo se despacha perfectamente con ese placer, común pero por lo demás probo, que se halla en el juego de trasladar tud figuraciones al lienzo. El mundo es una fábrica fantástica; y los efectos más divinos, querido hijo, se siguen a menudo de las causas más ruines y deslucidas, El hombre,por ponerte un ejemplo que salte a la vista, es en verdad una criatura sublime; y sin embargo, en el instante en que se lo engendra no resulta necesario meditar conn gran santidad acerca de ello. En efecto, aquel que tras comulgar pusiese manos a la obra con la mera intención de construir su elevado concepto en el mundo de los sentidos, inevitablemente, engendraría un ser miserable y decrépito; por el contrario, aquel que en una estival noche de regocijo besa a una muchacha sin pensárselo mucho, sin lugar a dudas trae al mundo a un mocete que luego se irá a correr aventuras con todo vigor y lozanía y les causará quebraderos de cabeza a los filósofos. Dios te guarde.
 
HEINRICH VON KLEIST
Sobre el teatro de marionetas y otros ensayos de arte y filosofía
Libros Hiperión
 

 

18/6/21

 

Sermón fúnebre de Shakespeare

    ¿Por qué resplandeces sobre la tierra, masa de fuego? Nada iluminas, y tu luz es el reflejo amarillento que reverbera en la proximidad de un infierno. Pareciera que, además, del caos desolado y sin control, hubiese otro en cambio dominado: "me he despertado y he creído en Dios (y era feliz y rezaba)", mirad cómo fluctúa el caos, extinguiéndose y renaciendo constantemente. Felices vosotros que estáis vivos, vosotros que créeis en la existencia del tiempo y en el hecho de ser partícipes del mismo: solo existe, en cambio, una eternidad que os tritura una y otroa vez. Vosotros, que hoy (pero no hay en absoluto unhoy, sino solamente un ayer) os abatís en la púrpura de la tarde y penetráis con la mirada el cielo y rezáis, danos vuestro Dios la tierra de quienes portan objetos; apagar, consumir el carbnclo solar. Virtud, tú eres un dios: no podemos hacerte divina, sino solo adorarte. Sol, doquiera vas con tus planetas no encuentras en tu largo periplo ningún Dios. El ser es un espejo cóncavo que sitúa en el aire a los hombres. Hombres como imágenes de linterna mágica: de pequeños contornos netos y definidos; de grandes, se difuminan. La Naturaleza gime, y la vida de un hombre no es más que el eco de ese gemido; la ceniza de los muertos es como esa pátina de plata visible colocada detrás del espejo, que representaba a un hombre vivo; el relámpago, que en el día de la vida no se divisaba, se ve brillar más fuertemente en la noche de la muerte; los vivos, como esos nuertos; la muerte agarra vuestra mano y la arranca; los muertos se abrazan entre sí, y dejan apternativamente posar su mano en la del otro; llanto enel sueño; niño, que durmiendo, se acurruca contra los fantasmas; muchachos que se echan en la nieve, muñeco de nieve que se derrite. Se cierran los ojos de los muertos, pero se abren y los párpados se pudren. Dios, representado como ojo, ahora sólo una negra órbita; el hoy es la censura, el episodio entre el largo ayer y el largo mañana.
 
JEAN PAUL
Alba del Nihilismo
Ediciones Istmo 
 

13/6/21

 

Improvisación
    Los pensadores profundos al expresarse crearon sus propios sistemas filosóficos. En forma similar, un artista que procura expresar sus íntimas convicciones lo hace improvisando con sus medios propios, su particular forma de arte. Lo mismo, sin excepción, debe decirse en cuanto al arte del actor. Su deseo compulsor y sus más elevados designios, también pueden realizarse únicamente por medio de la libre improvisación.
    Si un actor se reduce simplemente a decir las frases escritas por el autor y ejecutar los movimientos ordenados por el director, sin buscar la oportunidad de improvisar independientemente, se hace a sí mismo el esclavo de las creaciones ajenas y su profesión se convierte en cosa prestada. Piensa érroneamente que tanto el director como el autor han improvisado ya por él y que se le deja muy poco margen para la libre expresión de su propia individualidad creadora. Esta actitud, lamentablemente, prevalece entre demasiados actores en la actualidad.
    Sin embargo, todo papel brinda al actor la oportunidad de improvisar, de colaborar y de cocrear con el autor y el director. Esta sugerencia no implica, desde luego, el improvisar nuevas frases o hacer cosas que no sean las ordenadas por el director. Al contrario. En las líneas de su papel y en los movimientos señalados se hallan las bases firmes sobre las cuales el actor debe y puede desarrollar sus improvisaciones. Cómo dice sus parlamentos y cómo se mueve en escena son grandes puertas abiertas a un vasto campo de improvisación. Los "cómos" de sus parlamentos y los movimientos son los medios para expresarse libremente.
 
MICHAEL CHÉJOV
Al actor
Editorial Quetzal
   

11/6/21

 

Las muertes
 
    He aquí unos muertos cuyos huesos no
blaquearán la lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe
tormentoso de la piel
del lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo
la luz de alguna lágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
más su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los infames lechos
vendidos por la dicha,
porque solo acataron una ley más ardiente que la ávida gota de
salmuer.
Esa y no cuaquier otra.
Esa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nuestra
vida.
 
OLGA OROZCO
Poesía completa
Adriana Hidalgo editora

9/6/21

 

Acerca del mimo y la pantomima
 
    La imitación de la Naturaleza por el gesto es un arte tan antiguo como la Humanidad. Pero sus obras no llenan nuestras bibliotecas, ni nuestros museos, eso es todo. Se trasmite pues difícilmente. Ese es su fallo. Ese es su lujo.
     No tenemos pues ninguna idea de la pantomima de los antiguos. Se sabe que era de origen báquico. Se dice que fue a menudo burlesca y  hasta obscena.
     Ni siquierra sabemos exactamente qué estilo de pantomima tenía Debureau. Solo se lepuede imaginar por la pantomima que nos ha sido permitido ver en nuestra juventud gracias a Séverin y más recientemente a George Wague.
     Fuera de esos dos magníficos ejemplos, quedamos reducidos, como paa muchas otras cosas, a la intuición intelectual.
     Para diferencia el arte de Séverin o de Wague, de las producciones más o menos artísticas de nuestras propias lucubraciones, hemos bautizado lo que se hacía antes: Pantomima y lo que nos pusimos a hacer hoy: Mímica.
     En realidad, Pantomima y Mímica son uno solo: es el arte del gesto.
    Sin embargo existe una diferencia de partida entre la Pantomima antigua (es decir la Pantomima de la segunda mitad del siglo XIX), y la Mímica moderna.
    La Pantomima, llamada antigua es un arte mudo; la Mímica, llamada moderna es un juego silencioso.
     La Pantomima antigua añade a la acción propiamente dichs, como un mudo, un lenguaje de gestos.
    El Mimo moderno, por deseo de pureza, quiere prohibirse ese lenguaje mudo. Solo quiere ser acción y si agrega algo a la acción, será una suerte de canto lírico de gestos; sencillamete por embriaguez, por dilatación del alma, lo que se llama en tragedia: el recitativo.
    Lo nuevo que hay en ese Mimo moderno, es que puede alcanzar lo trágico. Se hace arte noble y en eso puede compararse al Mimo oriental. Pero en realidad, nada tiene de oriental. Alcanza sencillamente un nivel de nobleza equivalente al del Mimo de los orientales.
    Para el Occidente, ahí reside su novedad. Cuando ese Mimo está logrado, es comparable en belleza al más hermoso verbo, a la música más grande, a la pingtura más admirable, a la escultura más perfecta.
    Hasta entonces, la Pantomima, arte muda, siempre había sido considerada como un arte popular, un arte de segundo plano, ni puro, un arte menor. El Mimo moderno, arte del silencio, cuando está logrado se mantiene al nivel de las artes más valiosas. Es un arte puro.
    Desdichdamente, hasta ahora por lo menos, parece que ese Mimo moderno solo ofrece un campo bastante restringido. Por eso bifurca hacia lo abstracto o lo recóndito cuando se lleva en profundidad, como lo hace a veces Etienne Decroux en sus in vestigaciones valientes y ejemplares. (Etienne Decroux habrá sido el Bernard Pakissy de la Mímica moderna más noble; Etienne Decroux habrá sido el estatuario de la Mímica) o vuelve a lo burlesco y vuelve a la Pantomima antigua, como a lo que tienden hoy alguno mimos más jóvenes que nosotros.
     Se deduce pues, que el Mimo moderno en la hora actual, por mi parte por lo menos, ha llegado de nuevo a un punto muerto. Me parece detenido, en cierto modo.
    Solo Charles Chaplin ha sabido recobrar la pureza partiendo de la Pantomima antigua. Inspirándose en su ejemplo, volverá tal vez el teatro a una nueva manera de Pantomima muda, pero no por eso el verdadero porblema del Mimo moderno, del Mimo puro consiste en transportar el arte del gesto al plano de la tragedia. Por mi parte deseo tener el valor de proseguir mi antiguo sueño trabajando en la eclosión de un Mimo trágico construido sobre un símbolo.
     Verdadera y pura expresión de esa rama del arte dramático: el Arte del Gesto.

JEAN LOUIS BARRAULT
Reflexiones sobre el teatro
Peña, Del Giúdice, Editores

     

7/6/21

 

Nochebuena

   En la época lejana de mi infancia, risueña y vaga, tan vaga que en la amplitud monótona de mi vida, es como un sueño, solía cantar en el patio, bajo un gran naranjo: "Esta noche es Nochebuena, y no es noche de dormir". Ahora, tranquilo, en apariencia, he sacado una silla al corredor y tomo mate bajo la mansa luz de la luna.
    Mi imaginación divaga libremente, pero mis oídos oyen sin querer los ruidos varios que surgen de las calles y las casas. De pronto, callan todos al unísono, y cuando recomienzan voy escuchándolos, atento.
     Cerca, canta un fonógrafo una canción popular, y su voz pastosa, en la suavidad apagada de la distancia, es una incitación al abandono. Un cohete rasga el aire, y al explotar esparce multitud de estrellas, que simulando mundos, viajan un instante en el cielo oscuro. Otros estallidos se escuchan y numerosos cohetes se perciben, entre los trozos recortados del cielo.
     La  ciudad se divierte.
    Enfrente, unos trabajadores cantan un aire monótono y nostálgico. Cantan y sueñan. Es posible que vayan, como yo, escalonando sus diversas navidades.
   Del fonógrafo se levanta una voz potente y un chicuelo, en la calle, grita haciendo burla. La que maneja el fonógrafo responde a una pregunta insidiosa, que no oigo: "Que querés, si es Constantino.
   Un transeúnte, que seguramente va con las manos en los bolsillos, así se me ocurre que debe ser, silba a todo pulmón un tango en boga: "Ya no hay en el bulín... (aspira y sigue) aquellos lindos frasquitos"... Da vuelta en la esquina y se aleja silbando siempre.
   La ciudad se duerme.
  Por la esquina cruza al paso, haciendo resonar el empedrado, un coche triste. Le imagino triste, porque va despacio. Siempre asocio la lentitud a la melancolía.
 La idea del año que agoniza, surge en mi cerebro. Pienso en los antiguos amigos que están como muertos para mí. Les imagino en este preciso instante, al que me aferro angustiado para que no huya.       ¿Qué será de aquella pobre Catalina? ¿Qué hará? ¿Dónde estará en este preciso momento?
 El silencio profundo que me rodea, me asusta de golpe. Estoy solo, absolutamente solo. No hay conmigo, nadie más que yo mismo. ?Yo? Me espanta la idea de mi propio ser, aislado en el universo, sin pasado, sin presente, sin futuro, sin nadie que por mí se inquiete.
  Un borracho pasa cantando  la nostalgia de su vida. El eco de la calle desierta multiplica su canción.
  Aquel ser que pasó silbando, indiferente a mi pensamiento fijo en él; el triste coche, que se fue también, y la reciente alegría de la ciudad, que ahora duerme tranquila, me parecen vanas fantasías de mi mente, me parece haber soñado, y me digo íntimamente  convencido: "La vida es una ilusión".
   El borracho canta, ahora: "Esta noche es Nochebuena y no es noche de dormir".

RAÚL SCALABRINI ORTIZ
La manga
Librería histórica

5/6/21

 

Agosto

   Su traje, elegante y castaño, llevaba el estigma de países lejanos que recién acababa de visitar. Su cara, marchita y opaca, parecía día a día olvidarse de sí misma hasta convertirse en una pared blanca y vacía con una redecilla pálida de venitas en las que, como líneas en un mapa borroso, se enrevesaban los recuerdos agonizantes de aquella vida tormentosa y desperdiciada. Era maestro en trucos de cartas, fumaba pipas largas y nobles y olía extrañamente a países lejanos. Con la mirada errando por los viejos recuerdos contaba anécdotas muy raras que se interrumpían repentinamente, se descomponían, se desvanecían en el vacío. Yo lo seguía con mirada ansiosa deseando que se fijara en mí y me rescatara de la tortura del aburrimiento. En realidad, me pareció que me guiñaba un ojo cuando se dirigía a la otra habitación. Le seguí. Estaba sentado en un tresillo bajo con las rodillas cruzadas casi a la altura de su cabeza calva  como una bola de billar. Parecía ser solo un traje fruncido y arrugado colgado sobre el tresillo. Su rostro era como un halo de una cara, como el soplo que algún desconocido hubiera dejado en el aire. En sus manos pálidas y lacadas de azul tenía un billetero y miraba algo dentro.
   Desde la niebla de su rostro surgió dificultosamente el blanco torvo de su ojo pálido, llamándome con un guiño burlón. Sentí una pasada simpatía desbordante hacia él. Me tomó entre las rodillas y comenzó a mostrarme retratos de mujeres y muchachas desnudas en posiciones provocativas, mientras barajaba las fotografías con sus diestras manos. Me apoyaba de lado contra él y miraba esos delicados cuerpos humanos con ojos lejanos que se tornaron ciegos cuando me alcanzó el fluido de una confusa conmoción que espesó el aire de repente y recorrió mi cuerpo con un escalofrío de inquietud, una oleada de súbito entendimiento. Pero, en ese lapsus, la nievecilla de su sonrisa, ese germen de deseo que se dibujaba bajo su bigote suave y bello y que tensaba en sus sienes una vena palpitante, esa tensión que mantuvo durante unos instantes sus rasgos concentrados, cayeron en la nada y el rostro se alejó hacia la ausencia, se olvidó de sí mismo, se difuminó.

BRUNO SCHULZ
Obra completa
Ediciones Siruela

4/6/21

 

Máscaras de Ostende

   El Diablo cómplice acaba de entrar, empujado hacia el interior por las máscaras. En este momento, el Piojoso intenta escapar de la escoba de la Muerte, pero cae sobre el tridente del Diablo. Nuevo espanto. Diablo y Muerte lo hostigan y se lo tiran el uno al otro, con gran alegría por parte de las máscaras. Para escapar a los tormentos, el Piojoso se tira boca abajo, fingiendo un desvanecimiento.
   La Muerte y el Diablo se mueven sin parar y se felicitan el uno al otro. Se quitan las caretas, descubriendo unos rostros bien sazonados y avinados de pescadores en carnaval. Están risueños. La Muerte exhibe un saco de tela, lo sacude, haciendo sonar el dinero. El Diablo saca una botella, hace glu-glu, y pasa el ron a la Muerte, que gluglutea a su vez.
   Estos dos ruidos característicos han sacado al Piojoso de su desvanecimiento: reconoce a sus amigos.¡Esupefacción! Le entra un ataque de risa. El Piojoso se retuerce en el suelo. Sus dos amigos lo ponen de pie. El Piojoso los enlaza y los acaricia. La Muerte agita la bolsa bajo su nariz, el Diablo le hace beber... El Piojoso esboza una danza: ha recobrado su inspiración, sus ganas de vivir. Quiere una máscara... Sus dos amigos le hacen signos misteriosos. El Piojoso está intrigado.
   El Diablo saca de su propio vientre una camisa de lentejuelas y se la pasa al maravillado Piojoso, mientras la Muerte, haciendo lo mismo, esgrime una magnífica máscara lunar, de expresión angelical. Colocan la máscara sobre la cara del Piojoso... Esta máscara está coronada de flameantes cabellos rojos. Y de esta manera, el Piojoso se encuentra ventajosamente transformado. La Muerte y el Diablo se ponen nuevamente sus máscaras.
   De falsete, una voz de máscara chilla: Dominus vobiscum... Y todas las máscaras de la calle responden: Et cum spiritu tuo... El Piojoso angelical abre religiosamente los brazos y bendice a todo el mundo: máscaras, Muerte y Diablo.
   Una música canalla prorrumpe, con carracas y caramillos, arrebatadora. Las variadas máscaras gesticulan y se alejan de la puerta. El ángel del Carnaval, la Muerte y el Diablo se han cogido por la cintura y bailan sobre sí mismos, golpeando el suelo con los zapatos: es una grotesca danza marinera sobre la cubierta de un navío. Una nube de confetis los envuelve. Y como toda la ciudad los aclama afuera, salen fila, sin cesar de bailar ni de hacer burla con la mano al público...

MICHEL DE GHELDERODE
La pie sur le gibet y otras piezas breves
Publicaciones Universidad de Alicante
   

3/6/21

 

La soterrada

Fría estoy, entre fríos picotazos
que amor no son, ni guerra
ni tiempo. Dios está, más bien su doble;
duerme con mascarilla; es el que sueña.
De vez en cuando baja mi alma a darme
cucharadas de fuego.
Me encuentra con los dientes apretados, 
fija, blanca, sin miedo.
Desde los arrabales del silencio, 
por temblores y cráteres furtivos
podría regresar, por sigilosas
graderías, al ámbito del ruido.
Que los que saben me preparen
circunstancia de hierba, por si vuelvo,
lugar con las razones del rocío,
sin las colinas de los muertos.
Un tiempo, un aire donde no me obliguen
a usar mi antigua llaga,
donde no me condenen a beber 
el final de mi alma.

AMELIA BIAGIONI
200 años de poesía argentina
Alfaguara

2/6/21

 

La renuncia es una revelación

   Desisto, y habré sido la persona humana; solo en lo peor de mi condición esta es asumida como mi destino. Existir exige de mí el gran sacrificio de no tener fuerza, desisto, y he aquí que en la mano frágil cabe el mundo. Desisto, y para mi pobreza humana se abre la única alegría que me es dado tener, la alegría humana. Sé eso, y me estremezco; vivir me deja tan impresionada, vivir me quita el sueño.
   Llego al momento de poder caer, escojo, tiemblo y desisto, y, finalmente, consagrándome a mi caída, impersonal, sin voz propia, finalmente sin mí, he ahí que todo lo que no tengo es mío. Desisto, y cuanto menos soy, más vivo, cuanto más pierdo mi nombre, más me llaman, mi única misión secreta es mi condición, desisto, y cuanto más ignoro la contraseña, más cumplo el secreto, cuanto meno sé, más es mi destino la dulzura del abismo. Y entonces, adoro.
   Con las manos tranquilamente cruzadas en el regazo, experimentaba un sentimiento de tierna alegría tímida. Era casi nada, como cuando la brisa hace temblar una brizna de paja. Era casi nada, mas conseguía distinguir el ínfimo movimiento de mi timidez. No sé, mas me aproximaba con angustiada idolatría a algo, y con la delicadeza de quien tiene miedo. Me estaba aproximando a lo más fuerte que jamás me ocurrió.
   ¿Más fuerte que la esperanza, más fuerte que el amor?
   Me aproximaba a lo que creo que era: confianza. Quizá sea este el nombre. O no importa: también podría darle otro.

CLARICE LISPECTOR
La pasión según G. H.
Muchnik Editores

  Ann Jellicoe Directora de teatro y actriz inglesa (1927 - 2017). Desde la infancia  mostró un gran interés por el arte del teatro. En 19...