4/6/21

 

Máscaras de Ostende

   El Diablo cómplice acaba de entrar, empujado hacia el interior por las máscaras. En este momento, el Piojoso intenta escapar de la escoba de la Muerte, pero cae sobre el tridente del Diablo. Nuevo espanto. Diablo y Muerte lo hostigan y se lo tiran el uno al otro, con gran alegría por parte de las máscaras. Para escapar a los tormentos, el Piojoso se tira boca abajo, fingiendo un desvanecimiento.
   La Muerte y el Diablo se mueven sin parar y se felicitan el uno al otro. Se quitan las caretas, descubriendo unos rostros bien sazonados y avinados de pescadores en carnaval. Están risueños. La Muerte exhibe un saco de tela, lo sacude, haciendo sonar el dinero. El Diablo saca una botella, hace glu-glu, y pasa el ron a la Muerte, que gluglutea a su vez.
   Estos dos ruidos característicos han sacado al Piojoso de su desvanecimiento: reconoce a sus amigos.¡Esupefacción! Le entra un ataque de risa. El Piojoso se retuerce en el suelo. Sus dos amigos lo ponen de pie. El Piojoso los enlaza y los acaricia. La Muerte agita la bolsa bajo su nariz, el Diablo le hace beber... El Piojoso esboza una danza: ha recobrado su inspiración, sus ganas de vivir. Quiere una máscara... Sus dos amigos le hacen signos misteriosos. El Piojoso está intrigado.
   El Diablo saca de su propio vientre una camisa de lentejuelas y se la pasa al maravillado Piojoso, mientras la Muerte, haciendo lo mismo, esgrime una magnífica máscara lunar, de expresión angelical. Colocan la máscara sobre la cara del Piojoso... Esta máscara está coronada de flameantes cabellos rojos. Y de esta manera, el Piojoso se encuentra ventajosamente transformado. La Muerte y el Diablo se ponen nuevamente sus máscaras.
   De falsete, una voz de máscara chilla: Dominus vobiscum... Y todas las máscaras de la calle responden: Et cum spiritu tuo... El Piojoso angelical abre religiosamente los brazos y bendice a todo el mundo: máscaras, Muerte y Diablo.
   Una música canalla prorrumpe, con carracas y caramillos, arrebatadora. Las variadas máscaras gesticulan y se alejan de la puerta. El ángel del Carnaval, la Muerte y el Diablo se han cogido por la cintura y bailan sobre sí mismos, golpeando el suelo con los zapatos: es una grotesca danza marinera sobre la cubierta de un navío. Una nube de confetis los envuelve. Y como toda la ciudad los aclama afuera, salen fila, sin cesar de bailar ni de hacer burla con la mano al público...

MICHEL DE GHELDERODE
La pie sur le gibet y otras piezas breves
Publicaciones Universidad de Alicante
   

  Ann Jellicoe Directora de teatro y actriz inglesa (1927 - 2017). Desde la infancia  mostró un gran interés por el arte del teatro. En 19...