5/6/21

 

Agosto

   Su traje, elegante y castaño, llevaba el estigma de países lejanos que recién acababa de visitar. Su cara, marchita y opaca, parecía día a día olvidarse de sí misma hasta convertirse en una pared blanca y vacía con una redecilla pálida de venitas en las que, como líneas en un mapa borroso, se enrevesaban los recuerdos agonizantes de aquella vida tormentosa y desperdiciada. Era maestro en trucos de cartas, fumaba pipas largas y nobles y olía extrañamente a países lejanos. Con la mirada errando por los viejos recuerdos contaba anécdotas muy raras que se interrumpían repentinamente, se descomponían, se desvanecían en el vacío. Yo lo seguía con mirada ansiosa deseando que se fijara en mí y me rescatara de la tortura del aburrimiento. En realidad, me pareció que me guiñaba un ojo cuando se dirigía a la otra habitación. Le seguí. Estaba sentado en un tresillo bajo con las rodillas cruzadas casi a la altura de su cabeza calva  como una bola de billar. Parecía ser solo un traje fruncido y arrugado colgado sobre el tresillo. Su rostro era como un halo de una cara, como el soplo que algún desconocido hubiera dejado en el aire. En sus manos pálidas y lacadas de azul tenía un billetero y miraba algo dentro.
   Desde la niebla de su rostro surgió dificultosamente el blanco torvo de su ojo pálido, llamándome con un guiño burlón. Sentí una pasada simpatía desbordante hacia él. Me tomó entre las rodillas y comenzó a mostrarme retratos de mujeres y muchachas desnudas en posiciones provocativas, mientras barajaba las fotografías con sus diestras manos. Me apoyaba de lado contra él y miraba esos delicados cuerpos humanos con ojos lejanos que se tornaron ciegos cuando me alcanzó el fluido de una confusa conmoción que espesó el aire de repente y recorrió mi cuerpo con un escalofrío de inquietud, una oleada de súbito entendimiento. Pero, en ese lapsus, la nievecilla de su sonrisa, ese germen de deseo que se dibujaba bajo su bigote suave y bello y que tensaba en sus sienes una vena palpitante, esa tensión que mantuvo durante unos instantes sus rasgos concentrados, cayeron en la nada y el rostro se alejó hacia la ausencia, se olvidó de sí mismo, se difuminó.

BRUNO SCHULZ
Obra completa
Ediciones Siruela

  Ann Jellicoe Directora de teatro y actriz inglesa (1927 - 2017). Desde la infancia  mostró un gran interés por el arte del teatro. En 19...