Nochebuena
En la época lejana de mi infancia, risueña y vaga, tan vaga que en la amplitud monótona de mi vida, es como un sueño, solía cantar en el patio, bajo un gran naranjo: "Esta noche es Nochebuena, y no es noche de dormir". Ahora, tranquilo, en apariencia, he sacado una silla al corredor y tomo mate bajo la mansa luz de la luna.
Mi imaginación divaga libremente, pero mis oídos oyen sin querer los ruidos varios que surgen de las calles y las casas. De pronto, callan todos al unísono, y cuando recomienzan voy escuchándolos, atento.
Cerca, canta un fonógrafo una canción popular, y su voz pastosa, en la suavidad apagada de la distancia, es una incitación al abandono. Un cohete rasga el aire, y al explotar esparce multitud de estrellas, que simulando mundos, viajan un instante en el cielo oscuro. Otros estallidos se escuchan y numerosos cohetes se perciben, entre los trozos recortados del cielo.
La ciudad se divierte.
Enfrente, unos trabajadores cantan un aire monótono y nostálgico. Cantan y sueñan. Es posible que vayan, como yo, escalonando sus diversas navidades.
Del fonógrafo se levanta una voz potente y un chicuelo, en la calle, grita haciendo burla. La que maneja el fonógrafo responde a una pregunta insidiosa, que no oigo: "Que querés, si es Constantino.
Un transeúnte, que seguramente va con las manos en los bolsillos, así se me ocurre que debe ser, silba a todo pulmón un tango en boga: "Ya no hay en el bulín... (aspira y sigue) aquellos lindos frasquitos"... Da vuelta en la esquina y se aleja silbando siempre.
La ciudad se duerme.
Por la esquina cruza al paso, haciendo resonar el empedrado, un coche triste. Le imagino triste, porque va despacio. Siempre asocio la lentitud a la melancolía.
La idea del año que agoniza, surge en mi cerebro. Pienso en los antiguos amigos que están como muertos para mí. Les imagino en este preciso instante, al que me aferro angustiado para que no huya. ¿Qué será de aquella pobre Catalina? ¿Qué hará? ¿Dónde estará en este preciso momento?
El silencio profundo que me rodea, me asusta de golpe. Estoy solo, absolutamente solo. No hay conmigo, nadie más que yo mismo. ?Yo? Me espanta la idea de mi propio ser, aislado en el universo, sin pasado, sin presente, sin futuro, sin nadie que por mí se inquiete.
Un borracho pasa cantando la nostalgia de su vida. El eco de la calle desierta multiplica su canción.
Aquel ser que pasó silbando, indiferente a mi pensamiento fijo en él; el triste coche, que se fue también, y la reciente alegría de la ciudad, que ahora duerme tranquila, me parecen vanas fantasías de mi mente, me parece haber soñado, y me digo íntimamente convencido: "La vida es una ilusión".
El borracho canta, ahora: "Esta noche es Nochebuena y no es noche de dormir".
RAÚL SCALABRINI ORTIZ
La manga
Librería histórica