Aquí llegaba a su propio dolor. Todo en un lampo. Señora Santa Elízabeth, venida de nardo a sus manos, habría sido pasada de golpe a otro ser por un desconocido, de golpe, y cargada de golpe, también. Ella había consentido, ardido, coincidido, con otro, un cuerpo de macho. Este sí. No sólo con Sueños, con íncubo. Uno caliente, atrevido. Que se estaría riendo en algún lado, que había llevado en su extremo la delicia de Elízabeth, la delicia!
Ella había ido por unos minutos mantenido un embrión chiquitito, un hijillo, una yema hecha entre dos, la cereza que Type le sacó y le dio para que enterrase. Y Lavinia -pensó- había puesto huevos (se decía) sin copular jamás de verdad! O Manlio habría mondado esos huesos? Decían que la hamacaba en el cañaveral.
MAROSA DI GIORGIO
Reina Amelia