Acto cuarto
SONIA.- ¡Hay que vivir! (Pausa) Y nosotros viviremos, tío Vania. Viviremos una larga, larga sucesión de días y de largas veladas; soportaremos pacientemente las pruebas que nos depare el destino; trabajaremos para los demás, ahora y también en la vejez, cuando nos llegue nuestra hora moriremos resignadamente. Luego, más allá de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos tenido penas, y que Dios se compadecerá de nosotros, y tú y yo, querido tío, veremos una vida radiante, espléndida, hermosa, nos sentiremos gozosos y contemplaremos nuestros sufrimientos de ahora con indulgencia, con una sonrisa... y descansaremos. Yo tengo fe en ello, tío, una fe ciega, ardiente... (Se arrodilla a los pies de Vania, apoya la cabeza en sus manos. Conn un hilo de voz). Descansaremos. (Teleguin rasguea suavementa la guitarra). ¡Descansaremos! Oiremos a los ángeles, veremos todo el cielo tachonado de diamantes, veremos cómo son sumergidos todos nuestros sufrimientos y todo el mal existente sobre la tierra por la misericordia que inundará el mundo entero y nuestra vida se volverá entonces apacible, suave y dulce como una caricia. Yo tengo fe en ello, tengo fe... (Con su pañuelo, enjuga las lágrimas de Vania). Pobre tío Vania, pobrecito, estás llorando. (Llorando también). Tú no has conocido alegrías en tu vida; pero espera, tío Vania, espera... ¡Descansaremos! (Le abraza). ¡Descansaremos! (Fuera se oye al guarda que hace su ronda. Teleguin toca en sordina. María Vasilievna hace acotaciones en un folleto. Marina sigue con su calaceta) ¡Descansaremos! (Telón lento).
ANTÓN CHÉJOV
Tío Vania
Tío Vania
Ediciones Cátedra